“A veces los pequeños gestos no bastan para
llenar el vacío que nos invade, necesitamos gritos que nos digan que nos
quieren a su lado, que no nos rindamos.”
Recuerdo lo fuerte que latía mi corazón, las
vías del tren temblaban, la gente pasaba sin siquiera fijarse en nosotros, las
lágrimas rodaban por mis mejillas como una interminable fuente de agonía por
verla partir, quería decirle que se quedé, que no me dejara solo en la temible
soledad, pero callé.
Mi rostro permanecía inmóvil, la lluvia
retumbaba en el exterior, y nosotros bajo tierra buscábamos anestesiar lo que
sucedía. Quería quedarme, quería decirle que lo amaba, que lo aceptaba como
era, pero no podía entenderlo, simplemente me negaba a aceptarlo, a tomarlo
entre mis brazos y acallar sus lágrimas. Deseaba decirle que todo estaría bien
si permanecíamos unidos, pero callé.
Apretaba sus manos con fuerza, la humedad de la
estación subterránea nos servía de escenario para la despedida. Mi mirada le
suplicaba que me abrazara, la necesitaba a ella, necesitaba su ayuda, pero
nunca se la pedí.
Mis manos querían permanecer con
él para siempre, pero se mostraban reacias al tacto con su piel, su mirada tan
cálida me hacía sentir tranquila e incómoda a la vez. Quería ayudarle, pero no
sabía cómo, quería preguntarle cómo podía ayudarlo, quería hacer todo lo
posible por él, pero nunca lo hice.
Cuando sus manos se separaron de las mías y por
fin empezó a alejarse la odié y la amé, la odiaba por no haber dicho nada, y la
amaba porque esa era nuestra naturaleza: amarnos. Mis lágrimas dejaron de caer,
mi corazón se endureció, mis manos buscaron consuelo en otros lugares, mis ojos
cerraron la ventana a los sentimientos y no mostraban más que distancia y
falsedad.
El dolor de abandonarlo fue
desgarrador, pero ya no me sentía bien a su lado. Él que antes me parecía un
amor interminable e inseparable ahora me expresaba repulsión y amor a la vez.
Yo sé que lo amaba, yo sé que lo sigo amando, pero era muy difícil enfrentar
esa situación… Yo simplemente no podía.
Había sido una cobarde, no pudo aguantar mi
caída, no pudo sostener mis manos como debería haberlo hecho, no pudo secar mis
lágrimas, no pudo abrazarme, no pudo haberme dicho que todo estaría bien. Yo
desespero por su amor y por mi odio. Pero no podía buscarla, no la buscaría, ya
las cartas estaban echadas, y no lucharía contra su ignorancia. Buscaría amor
en otros lados, mis amigos, mi Julieta, mis pasiones…
Nos abandoné, lo abandoné a él y a
mí en el proceso…
Me abandonó, me abandoné y a ella en el proceso…
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