El
páramo era hermoso, el pasto estaba perfectamente cortado y nada obstruía la
vista hacia el horizonte, pero estaba él.
Un
muchacho parado debajo de la lluvia desde que nació. Siempre llovía, y él
siempre recibía los golpes mirando hacia arriba con los ojos cerrados. Nunca se
movía, parecía que le gustaba estar a control de la tormenta, pero ella nunca
tenía piedad por él, nunca se inmutaba.
Crecería
llevando las marcas de la tormenta, que no dudó en impactarlo con algunos rayos
cada tanto, pero él permanecía inmóvil, como desafiando al cielo “¿ESO ES TODO LO QUE TIENES?”. Sin embargo
un día la lluvia empezó a disminuir, ya no caía con tanta fuerza, su ira iba
disminuyendo poco a poco, y por primera vez en la historia parecía que el sol
empezaba a asomar por entre las nubes.
Cualquiera
habría dicho que él no lo notaba, seguía parado como siempre con la cabeza
hacia arriba y los ojos cerrados, pero cuando finalmente ni una gota más fue
enviada desde los cielos él abrió los ojos. Se quedó unos segundos así mirando
hacia arriba, y donde antes todo estaba inundado de atemorizantes nubes grises
y negras ahora ninguna se atrevía a profanar el perfecto celeste que reinaba en
las alturas.
La
tormenta se desató nuevamente pero esta vez en su interior. Él estaba acostumbrado
a los golpes, este mundo desconocido de sol lo aterraba, empezó a gritar y a
mirar para todos lados hasta que la divisó.
Una
chica más baja que él, con el pelo castaño y hermoso, una sonrisa que podría
quebrar cualquier corazón, y unos ojos a los que cualquier tormenta obedecería,
estaba allí mirándolo.
Él,
que seguía empapado sabía quién era ella, el miedo se apoderó de él, pero
también la paz, y así como estaba, casi llorando y casi gritando de alegría
corrió en busca del abrazo de la muchacha. Y cuando lo encontró el sol brilló
más que nunca. Él sabía que tal vez la tormenta volvería más fuerte que nunca
si perdía a esa chica, así que decidió hacer todo lo posible para estar junto a
ella.
Y
si volvía llover y aún estaba con ella,
sabía que sujetando su mano, nada, absolutamente nada, lo lastimaría.
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