Corría hacia el hospital al sur, sus piernas le
habían empezado a doler hace ya mucho, pero tenía que llegar a verla, no podía
no estar. En todas las 13 cuadras que corrió ningún taxi lo recogió, y su
vehículo, para su mala suerte, no funcionaba.
Llegó a la destartalada construcción, y rápidamente
entró a la pequeña sala en la que su hija, Milagros, descansaba; de unos siete
años tenía cabello rubio, tez blanca y unos ojos verdes hermosos, sufría de
neumonía grave, él se arrodilló junto a ella y oyó sus dulces palabras.
-Sabía que llegarías papá… -
Y sobrevivió…
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