La
batalla se desató, es Thomas y sus dos compañeros contra los tres inhumanos que
me iban a llevar a mi infierno. Son iguales en número y entre tanto alboroto, y
la luz de la Luna que no ilumina como la del Sol, no puedo divisar quien tiene
más ventaja, pero confío en Thomas.
Un
golpe por aquí, un golpe por allá, y yo todavía me preocupo por mantener la
toalla bien firme, finalmente los tres peones de Lorenzo se fueron sin su
premio. Me abalancé hacia Thomas, sus brazos me rodean, sus compañeros se van,
y nos sentamos en el pasto, entonces, y solo entonces, suspiro y lloro como
creo que nunca antes lo había hecho.
-
Tom… -
-
¿Qué? – Me dice mientras me acaricia el pelo mojado.
-
En estos momentos las hijas van corriendo a los brazos de su madre… pero yo no
estoy con ella, nunca lo estaré… - Entonces las lágrimas comenzaron a salir a raudales
de mis ojos y parecía que, sin importar la naturaleza, nunca pararían.
-
¿Sabes? Yo te llevaré a buscarla, a ella y a tu padre – Y mientras las
estrellas cubrían el cielo y yo le sonrío me besa, me acaricia y luego, se
limita a mirarme a los ojos.
-
Gracias… - Le dije en un susurro.
Nos
quedamos un rato así, pero entonces él se paró.
-
Bueno, iré a buscarte un poco de ropa y nos vamos a la ciudad, ¿te parece? – Me
dice él animado, pero se notaba su preocupación.
-
No quiero quedarme acá sola, ¿te puedo acompañar? –
-
Bueno, pero te vas a tener que esconder fuera de la casa, sígueme –
Empezamos
a caminar hasta que llegamos a una casa mucho más grande y linda que en la que
vivía yo, Thomas me indica donde esconderme, y lo hago. Entonces él camina
hacia la enorme choza, después de unos minutos sale tan solo con ropa para mí y
una mochila bastante grande.
-
Gracias… pero, ¿no traes comida, agua, nada? – Le digo yo intrigada, realmente
no se cuanta es la distancia hasta la ciudad.
-
No, tranquila, estamos a unos seis kilómetros, caminando tardamos alrededor de una hora, si vamos en auto son... diez minutos – A Thomas se le congeló la cara.
-
¿Te sucede algo? –
-
No, solo recordaba el día que vine aquí… en auto. Diez minutos... –
En
estos momentos no sé qué decirle, miro el suelo, y luego su cara, parece un
niño pequeño herido, un abrazo es lo adecuado, y así lo hago.
-
Te amo… - Le susurro al oído, y lo beso. – Vámonos, estoy entusiasmada por
encontrar a mis padres y a los tuyos. –
-
¡No! Solo vamos a buscar a tus padres Bianca, lo míos no tiene solución… - Me
dice mientras me sujeta de los hombros.
-
Tus padres hicieron los mismos que los míos, pero aun así tengo esperanza, vos
también tendrías que confiar Tom – Miro sus hermoso ojos verdes, como evitan mi
mirada.
-
Pero yo si los conocí, me vendieron por dinero ¡POR DINERO BIANCA! –
-
¿¡Y los míos porque crees que me vendieron!? – Contesto furiosa - ¡¿Por
diversión Tom?! No lo creo, así que tené un poco de esperanza. – Hago una pausa
y continuo – Por favor Tommy, por mí… -
-
Bian, mis padres me vendieron para salir de la bancarrota, y luego, ¡cuando los
fui a buscar a los catorce años me enteré que mi padre heredó una enorme
fortuna de un tío que no sabía ni que existía; que comenzó a trabajar y a ser
importante, y sin embargo nunca me buscó – Me contesta muy irritado, pero
luego, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Era la primera vez que lo
veía llorar – Nunca…
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