Luchando
pelea tras pelea, dando lo mejor de mí, pareciendo un luchador excepcional,
como si los cortes no ardieran y los golpes no me afectaran. Las espadas
suenas, mi piel sangra y los moretones aparecen, pero no paso ni siquiera más de
un segundo en el suelo. Siempre me levanto con una sonrisa de soberbia en la
cara como diciendo: «¿Pensaste que me habías lastimado?».
Gritos
por doquier, pero finjo no escucharlos, todo ese llanto, todo ese dolor tan en
la superficie de todos, menos de mí. Nadie puede ver mi sufrimiento, nadie
observa mis lágrimas. Soy una roca para ellos, pero la verdad es que soy una
roca hecha de papel, que se vuela con el viento.
Mi
mirada se mantiene fría y distante, nadie entra, pero lo único que quiero es
dejarlos entrar. Tirar la espada, yacer en el suelo y permitirme llorar un
rato. Estoy cansado, juro que no se si esto algún día va a parar. Cuando
termina una batalla la siguiente empieza sin darme descanso, poniéndome a
prueba, incitándome a más, pero ya no puedo.
–
Ya no puedo – Susurro. Me dejo caer. Puedo escuchar el ruido de la espada chocando
con el suelo en la lejanía. Ya no quiero pelear, ya no quiero más gritos, más
llanto, más muertes. Mi cuerpo me duele, el escozor de las heridas se hace
presente más que nunca, cierro los ojos, y todo sigue a mí alrededor, pero ya
no lo puedo soportar. – Lo siento… –
Quería
poder… en serio quería.
Escribes muy bien, y no leí todas tus entradas, pero realmente esta me llegó. Me ha hecho acordar a algo que escribí hace unos meses... Si quieres pasar a verlo te invito. Mi blog es www.dafisthais-the-bloglectores.blogspot.com.ar
ResponderEliminarRealmente muy bueno.