Siempre
había tenido la punta de la daga en su espalda, recordándole quien tenía en
frente, quien era esa persona. Pero quería creer que nunca iba a matarlo,
inclusive lo creía.
Quería
a aquella potencial asesina, no dudaba, no pensaba que ella pudiera perforar su
cuerpo. Sin embargo un día lo descubrió, nunca lo había apuñalado, pero le
había hecho muchas cicatrices, algunos cortes todavía sangraban, algunos eran
más profundos que otros, pero empezó a sentir el dolor de aquellas heridas, por lo cual comenzó a mirar con desconfianza a la traidora, que seguía sonriendo, mirándolo
segura, pero él no podía volver atrás, sabía que esa persona que tenía en
frente no esperaría mucho para reincidir.
Tomó
la decisión, y de un instante a otro la daga la poseía él, estaba en sus manos,
se sentía poderoso, y la traidora empezó a mirarlo como si ella fuera la
víctima de la situación, inclusive lloraba y decía que él no tenía el derecho
de hacerle eso que se planteaba hacer, un torbellino de emociones se abrió paso
en su cerebro, quería a la traidora, pero no podía dejarse matar poco a poco.
Dio
una estocada con la daga justo en el corazón de la chica, la cual dio un grito
ahogado y se hizo humo, gris y espeso, humo contaminante, cuando este se disipó
una carta se posó en los pies de él, la agarró, la admiró un instante y sonrió,
podía seguir adelante.
"Prueba superada".
La verdad cada día me sorprended más.
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