Estaba
en la parada del colectivo, esperando, como todos los días para ir a mi trabajo.
Todos los días, los días en que ese asiento estaba vacío, una mujer se sentaba
justo en frente de mí, una de las mujeres más bellas que nunca pude ver; es
imposible describir lo hermosa que me parecía. Teníamos una rutina juntos,
cuando ella se subía se sentaba y me dedicaba una pequeña y fugaz mirada, luego
de un rato, cuando ella no se pudiera dar cuenta, yo admiraba su belleza y
suspiraba, entonces me volvía a mirar para dedicarme una sonrisa perfecta. Así sucedía
todos los días, pero esa vez fue distinta, al momento de sonreírme todo cambió.
-
Emma – me dijo, con tal suavidad que era imposible contener las ganas de abrazarla.
-
Gabriel – contesté después de un rato – No te conozco y ya te echaba de menos...
– Dije mientras reía, ella me correspondió con una magnifica y pequeña risa.
Se
acercó y se sentó a mi lado; de un momento a otro tenía sus manos en mi rostro,
frías y suaves, pero el calor de su boca compensaba todo. Después de ese
momento mi vida cambió, siendo atravesada por la representación física del
amor.
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