Estaba sumergido en una blancura infinita, no
había donde ir, pero estaba a salvo, sin heridas, sin riesgos, todo iba a estar
bien. En el exterior se escuchaban gritos desesperados, se escuchaban llantos,
bombas, había muertes, millones y millones de muertes, había corazones rotos,
hijos abandonados, padres olvidados, animales sacrificados.
El sacrificio de muchos para el beneficio de
unos pocos.
Dentro de mi burbuja estaba bien, nadie entraba
y nadie salía, nada me lastimaba.
Me puse a reflexionar, antes de entrar en la
burbuja, yo recordaba las caricias, las sonrisas, las miradas de amor, los
hijos en los brazos de sus padres. Allí dentro no había posibilidad de ser
lastimado, pero ¿qué probabilidad de ser feliz existía? ¿Iba a vivir una vida
sin felicidad, sin amor? NO, no podía aceptar morir sin haber conocido lo que
realmente era ser alguien feliz, no iba a morir siendo alguien que nunca amó.
Me puse de pie, y recuerdo la intensidad con la
que golpeé el muro que me separaba de la realidad, golpeé y golpeé hasta que
pude romper la burbuja, hasta que pude vivir.
Desde ese momento hasta hoy en día te puedo
asegurar que sufrí muchísimo, que lloré, que tuve el corazón roto, pero
definitivamente, valió la pena…
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