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21 de enero 1989:
Es
una de esas veces en las que el silencio conquista mi oficina, no recibo casos
ya hace mucho tiempo, me siento inútil…
25 de enero 1989:
Por
fin recibí un caso, se trata de una mujer asesinada a unas cuadras de mi
oficina, ella recibió tres puñaladas en el estómago y parecía que le habían
robado. Los sospechosos son unos adolescentes que pasan todo el día drogándose
y robando por el barrio, los vi en varias oportunidades observando a la
muchacha. Mi hipótesis es clara, ellos vieron entrar a la víctima a su casa,
aprovechando la oportunidad robaron un par de cosas de valor y terminaron
asesinándola.
26 de enero 1989:
Lo
único que me falta para cerrar el caso es juntar alguna evidencia, pero yo ya sé
dónde encontrarlas, después de todo…
28 de enero 1989:
Me
relevaron del caso, estoy furioso, aunque también estoy asustado, supongo que
tendré que escapar…
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-Esto es lo que decía el diario encontrado en la
oficina del detective, presunto asesino de la señorita Gómez, prófugo de la
justicia – Fueron mis primeras declaraciones.
Pasaron tres días en los que no tuve indicios de
donde podía encontrarse el detective prófugo, quien respondía al nombre de
Lorenzo. No encontré pistas ni señales de su paradero por ningún lado, después
de todo, él era considerado un buen detective, y como tal sabe dónde buscar
indicios, sabiendo así, esconderlos. Ese tercer día recibimos una llamada, yo
contesté el teléfono de mi oficina, en cuanto escuché su voz, supe que era él,
nosotros habíamos trabajado en un caso de un ebrio que había violado a una
chica. Su forma de hablar era entrecortada, nerviosa, como si temiese por su
vida.
-Estoy dispuesto a entregarme, no soporta más
escon… derme en las sombras – Dijo él, pidiéndome que lo vaya a buscar, supuse.
- No juegues con migo Lorenzo, hay algo raro en
to… - Alcancé a decir yo, hasta que el me interrumpió.
-¡No! Fui yo, solo venga a buscarme y todo esto
terminará de una buena vez, estoy en un galpón abandonado a un costado de la
ruta 2, vengan de día, de noche no lo van a encontrar – Terminó de decir él,
luego de eso, los pitidos comenzaron a sonar a través del tubo.
Me quedé un rato pensando, yo, por lo poco que
conocía a Lorenzo, no lo creía capaz de tal cosa, pero no se sabe lo que la
desesperación puede provocar en una persona. Estando en una encrucijada que solo sería
resuelta si lo iba a ver, decidí, por supuesto, hacerlo. Pero antes pedí que le
realizaran el peritaje caligráfico al diario de Lorenzo.
Me subí a mi Mercedes Benz 300 Ce Coupe y me
dirigí al galpón especificado por mi ex compañero, eran alrededor de las quince
horas y en unos veinte o veinticinco minutos ya estaba frente a la puerta del
edificio. Antes de entrar investigue un poco por fuera el lugar, no había
muchas ventanas, y las que había, estaban cuidadosamente cubiertas por cartón
pintado de negro; ese hecho me pareció muy extraño, principalmente, por que
ciertas partes de la pintura todavía estaban frescas, como si hubieran
preparado el lugar adrede.
No sabía si entrar, ese hecho era crucial, yo
era el detective principal que llevaba la causa, y Lorenzo podía aprovechar la
oportunidad para asesinarme. En ese momento estaba un poco más seguro acerca de
la culpabilidad de la persona que estaba dentro del lugar.
Era un buen día, había pocas nubes pero muchísima
humedad, tal vez eso no permitió que la pintura se secase. El pasto del lugar
era corto, no se encontraban imperfecciones en el suelo cerca del edificio,
como si alguien lo hubiese cuidado habitualmente o semanalmente.
Volví a mi auto, me subí y encendí la batería, prendí
el estéreo y aumenté el volumen, sonaba un tango que me encantaba, Noches de
Hungría. Saqué el paquete de cigarrillos que tenía en el bolsillo, solo me
quedaba uno, lo encendí, y comencé a deambular por el mundo de los sueños. Pero
antes de que me sumergiera en la profundidad de la inconsciencia, un balazo fue
disparado hacia mi auto. Me sobresalté y me bajé, parecía que Lorenzo quería
que entrase en ese momento, mis sospechas de que él era culpable habían
aumentado.
Me cubrí en la parte izquierda de mi auto,
protegiéndome, por si el decidía matarme en ese instante. Me levante de a poco
con las manos arriba, nadie disparaba, por lo tanto fui avanzando despacio
hacia la puerta, ahora abierta, del edificio.
Al estar a unos pasos de entrar escuche una voz,
que me pidió que pasará y que cerrara la puerta tras de mí, ya no creía que él
me quisiese matar, ya tuvo la oportunidad y no lo había hecho, aunque las
posibilidades de que lo haga no eran cero, y no se aproximaban ni un poco a ese
número.
Apenas se veía en el galpón, uno de los cartones
tenía una mínima parte recortada, justa para que lo viera solo a él. Lorenzo
tenía un Smith & Wesson Modelo 36, un arma de 1950, tiene un cilindro
basculante con capacidad para 5 cartuchos y cuenta con martillo percutor
externo, su rango de impacto mortal es de veintitrés metros, y yo estaba a unos
escasos cuatro metros de él, si disparaba, era el fin.
-Si te vas a entregar ¿por qué me amenazas con
el arma? ¿Por qué estás tan nervioso? ¿Por qué el cartón en las ventanas? ¿Qué
escondes? Vos sabes muy bien que esas son cosas que también analizamos los
detectives, las cuales hacen menos factible que vos seas el culpable, y que
alguien te esté manipulando. – Dije yo iniciando la conversación, la verdad, es
que estaba muy tenso, pero le quería transmitir que me encontraba seguro, para
ponerlo más nervioso y que revele la verdad.
- Déjate de decir estupideces, deja de analizar
tanto las cosas como en toda tu vida, te estoy diciendo que fui yo, ¿no
entendés? ¡Fui yo! – Me dijo él, se notaba que quería terminar con esto lo más
rápido posible.
- Todavía no entiendo porque me seguís
apuntando, parece que en realidad no querés que te arreste – Dije yo
audazmente, ¿Por qué si él quería que lo encarcele seguía ahí parado apuntándome
con un arma? Eso no lo hace una persona que se quiere entregar. Mis sospechas
sobre su culpabilidad volvieron a descender.
El bajó el arma de inmediato, como si se hubiese
dado cuenta de que su actuación era estúpida. En ese momento mi teléfono
comenzó a sonar, Lorenzo me dijo que atendiera, lo cual hice, eran los
investigadores de la sección del peritaje caligráfico.
-Jefe, terminamos con la revisión del diario,
determinamos que las anotaciones pertenecientes al día 21 y 25 están escritas
por una persona, y las restantes, las de los días 26 y 28 por otra persona
tratando de imitar la letra del primero. –
- Gracias, hasta luego… - Termine de decir yo,
confirmando mis sospechas acerca de la manipulación de un tercero.
Nos quedamos en silencio, yo bajé el celular
lentamente.
- ¿Te están amenazando? – Dije yo, las últimas
palabras de mi vida. Un balazo por mi parte trasera atravesó mi pulmón derecho,
y un segundo impacto se produjo cerca de mi corazón. Me desplomé en el suelo,
todo había terminado.
Como un regalo de la vida, pude observar que
como efectivamente había pensado Lorenzo, el asesino de la víctima Gómez, había
sido uno de los adolescentes del barrio, yo lo reconocí antes de morir.
Siempre quise ser detective, no por mi gusto por
ayudar a los demás, de hecho, no me importaba mucho el resto del mundo, solo me
interesaba en mí y en el dinero de mí bolsillo. El caso estaba resuelto para
mí, Lorenzo había recibido el caso, uno de los jóvenes drogadictos había
asesinado a la muchacha, él lo descubrió, pero fue amenazado por esa persona
para que se inculpara.
La curiosidad era mi impulso a ser detective,
solo eso me interesaba, descubrir.
“La
curiosidad mató al gato, pero murió sabiendo…”
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