lunes, 20 de enero de 2014

Cuestión de sangre - Parte 1

El día en que nací fui vendida a una familia que vivía en el campo para trabajar para ellos, nunca me mintieron, siempre supe que no eran mis verdaderos padres, pero yo nunca les interese, solo les servía para trabajar.

Me llamo Bianca, soy delgada, tengo el pelo rubio muy claro y mis ojos son de color miel. Lo único que tengo de mi familia, más precisamente de mi madre biológica, es un collar con un dije con las iniciales B L, ambos son de color plateado. La sigla L supongo que hace referencia a mi apellido, pero nunca lo supe, por más que haya preguntado. La pareja con la que vivo no tiene más hijos, pero si peones, que nunca me hablan, a no ser que sea para darme indicaciones o alguna orden, así que no tengo mucho contacto con las personas, excepto claro por Thomas, el chico de la granja continua. Él me contó que también fue vendido por sus padres a la edad de cinco años, me dijo que su madre era hermosa, y su padre alguien bueno al principio de su vida, pero a medida que se fue quedando sin dinero su personalidad empezó a ser más ruda y distante.

Thomas tiene el pelo negro, es más alto que yo, y tiene un anillo de su padre biológico con la inicial “T”. Es un chico amable, compartió conmigo muchos momentos duros, esos días en los que piensas que puede ser tu cumpleaños, pero nunca sabrás cuando es, esos días en los que te preguntas porque no merecías estar junto a tu familia, esos días en los que el trabajo es demasiado duro para mí. Thomas dice que tengo alrededor de 17 años, y es posible, porque Marisa, la mujer que me “adoptó” dice que más o menos hace 18 años que me compraron, pero no está segura, yo confió más en él que en ella.

Thomas tiene 22 años, y él sí sabe cuándo nació y cuando cumple años, ese simple hecho hace que lo vea como alguien afortunado. Lo conocí un día cuando yo tenía alrededor de 15 años, tuve que trabajar con los cerdos, me habían impuesto que matará uno, pero yo me negué a hacerlo, me castigaron muy duramente, y me dijeron que no comería esa noche ni almorzaría al día siguiente, yo muy angustiada corrí lo más rápido que pude tratando de escapar, luego de haber recorrido una gran distancia, me di cuenta que no tenía donde ir, así que me dejé caer en el suelo y solo me puse llorar. Después de unos quince minutos apareció un chico joven, cargando dos baldes de leche.

- Hey, ¿estás bien?, ¿cómo te llamas?, ¿estás perdida? – Me dijo Thomas.

- ¡No, no estoy bien, no estaría llorando de ser así! – Lo miré a los ojos y me disculpé – Lo siento, tú no tienes nada que ver, es muy desesperante… Me llamo Bianca, y trabajo en la granja de al lado –

- No sabía que los Greys tuvieran una hija –

- No la tienen, me compraron cuando nací – Entonces me largué a llorar más fuerte, Thomas dejó los baldes de lado y se sentó al lado mío, me miró a los ojos y sonrió.

- Que coincidencia, a mí también me vendieron mis padres cuando yo tenía cinco años, todavía recuerdo la cara de mi madre la última vez que la vi, y la mirada de mi padre, dura como una piedra. – Fue cuando su sonrisa se borró, se quedó en silencio, pero luego volvió a sonreír, se levantó, me tendió la mano y me ayudó a pararme – Soy Thomas, un gustó haberte conocido, me tengo que ir ahora, ya tardé mucho –

- Entiendo – Le dije y se empezó a alejar, después de un rato pensando le grité - ¡¿Nos vamos a volver a ver?! –

- ¡No tengas duda! – Esa fue nuestra primera conversación.

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