La presión que oprimía su pecho era inmensa, y
él no la quería dejar ir. Era un dolor que se empeñaba en soportar, solo para
hacerles pagar a aquellos que lo habían lastimado. Pero, ¿Qué pasaría si la
dejaba ir? ¿Qué pasaría si volviera a sonreír? Entonces se dio cuenta que ese
odio que mantenía guardado solo lo afectaba a él, y en menor medida a los
demás, entonces ¿por qué seguir? Decidió perdonar, y perdonó a aquellos que lo
habían hecho sufrir con sus actos, y entonces, fue feliz…
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